Viajar es una escuela a la que todos tenemos acceso pero a la que pocos acuden. Viajar, salir de tus cuatro paredes, cambiar de aires, andar de pata de perro o como le quieras llamar es una experiencia de vida que te deja aprendizajes nuevos con cada paso que das.
Como lo escribió J.R.R. Tolkien: “No todos los que vagan están perdidos”; esto se vuelve aún más cierto cuando pensamos en todo los lugares que conocemos cuando viajamos y todas las personas que encontramos en el camino. Los viajeros tienen algo en común: las lecciones que aprenden son – en la gran mayoría de los casos – las mismas; he aquí algunos ejemplos:
No hay ni un buen ni un mal camino en la vida siempre y cuando te sientas feliz con la ruta que has elegido.
Cuanto menos, mejor; viajar teniendo que cargar siempre tu mochila te obliga a mantenerla ligera y sólo cargar lo esencial; lo mismo pasa en la vida, es importante aprender a vivir sin tantas cosas innecesarias.
Viajar te ayuda a abrir tu mente – y tu mentalidad – al exponerte a diferentes culturas y modos de entender la vida. Habla y conoce a la gente de cada país, ciudad y pueblo que visites, no sólo busques conocer “esos lugares famosos” sino también la vida diaria del lugar.
Un aeropuerto es un mundo entero, un universo de culturas, maneras de pensar y tradiciones listas para ir a buscar nuevas fronteras – y superarlas.
Nada, absolutamente nada, es normal, todo depende del cristal – o la cultura – con que lo mires. Antes de juzgar algo, piensa un poco en todo lo que hay detrás del caso y cómo la gente lo puede entender.